jueves, 8 de octubre de 2015

Avilés 2015.




¿Repetir una misma fórmula veinte veces puede llegar a cansar? No si esa fórmula no tiene fisuras. Esto es lo que hemos tenido la suerte de constatar los afortunados que, una vez más este año, nos dimos el gustazo de aparecer por las Jornadas Internacionales del Cómic de la Villa de Avilés. 

Sin intentar deslumbrar con prefabricados golpes de efecto por aquello de ser su vigésima edición, los organizadores del evento nacional por excelencia sobre el tebeo, Germán Menéndez, Jorge Iván Arguiz y José Ángel de la Calle, consiguen llenar nuestros corazones de felicidad, al abrirnos a los aficionados la posibilidad de un contacto directo y cercano con los artistas que tanto admiramos. Y además, contamos con el privilegio de hacerlo rodeados de amigos y hermanos (biológicos o adquiridos por el roce), con los que compartir una bebida en las agradables, y ya míticas, noches de esta villa de ensoñación.
La fidelidad a un estilo serio en lo que a trabajo se refiere, ameno en su desarrollo y hospitalario a unos niveles insospechados para éste que os escribe, hacen  inexcusable la asistencia año tras año a estas jornadas.

No voy a comentar una por una las charlas y presentaciones con autores, entre los que se hallaban Gary Frank, Jesús Merino, Paul Pope, Alan Davis(únicas jornadas a las que acude este año) o J.M. De Matteis; las geniales exposiciones de Pere Joan y Roger Ibáñez (artísticamente espeluznante la de este último); o el ambiente que podía disfrutarse permanentemente en sus terrazas, imbuidas por lo mejor  del mundo de la viñeta. Esto lo podéis encontrar en otras reseñas en la red.

Lo que si quisiera subrayar, además de lo expuesto, son tres cosas por las que, para mí, siempre serán especiales estas jornadas en el recuerdo.

La primera de ellas es  que, al fin, conseguí convencer a mi hermano Miguel Ángel para que me acompañara a ellas. Cuando uno conoce algo así, lo que quiere es compartirlo; en especial con los seres más queridos. Así que este año, como digo, pude presentarle  mi hermano biológico a mis  hermanos de espíritu, si se me permite la sensiblería. Hermanos que atesoro y de cuyo cariño me precio, y con los que comparto experiencias y vida más intensamente que con muchas de las personas con las que me relaciono a diario. Por nuestras venas corre la misma sidra,… perdón,  quise decir “ese brebaje maldito”.

La segunda fue, y esto sí que resultó novedoso en distintos aspectos, la grabación en directo de La Parada de los Monstruos desde la Casa de la Cultura, centro neurálgico de las jornadas. Freakman, Julián, Carlos y yo tuvimos el privilegio de conducir la sección de Trazos correspondiente al mes de septiembre, rodeado de muchos amigos que nos hicieron el honor de acompañarnos “in situ, ex profeso”. Fue una experiencia inolvidable el poder hacerlo esta vez cara a cara, con la presencia como invitados de Koldo Azpitarte o Pasqual Ferry entre otros.

Por último, volver otra vez a la noche mágica de Avilés, en la que los amigos y yo compartimos historias, cerveza e incluso puros (yo no, que no fumo) con un artista al que tengo la enorme suerte de poder llamar amigo desde hace ya unos añitos: Jesús Merino. De su calidad artística no creo que pueda añadir mucho más a lo que ya conocéis. De su calidad humana, tan solo diré que incluso la supera. 

Y allí, disfrutando de un ambiente idílico y siendo también su primera vez en las jornadas, nos reímos una vez más con las peripecias de Carlos García Pascual en su viaje de novios por Philadelphia. Ésta es una historia que tenéis que oírsela contar a él, preferiblemente frente a unas cervezas.

Todo lo anterior puede resumirse mejor que Los Evangelios en tan solo una palabra: gracias.


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